domingo, 16 de septiembre de 2012

Perdido en tu otoño...


Ella en su primavera y yo en mi invierno... infierno, esperando su verano,
tras una promesa incumplida, olvidos ingratos, juegos perversos, almas
desafortunadas, lo que el destino no me había contado y yo nunca aprendí
por mi condición humana es que el dichoso siempre trae sorpresas y  los
nuevos caminos, nuevos senderos, mágicos e impensables senderos... y en
esta ocasión la redundancia no está muerta, está más viva que nunca, el
que está muerto soy yo, tras grotescas pesadillas, pesadillas nunca antes
pensadas, soñadas, ni mucho menos imaginadas, puedo revivir pero no sé si lo deseo, mi deseo por
dichoso destino es casi efímero e inesperado como la llegada de la
primavera, en cada tarde el perfecto ocaso que deslumbra mi noche, la mas
oscura de todas las noches, la tarde mas roja e intensa que el propio
infierno, donde el lujurioso deseo por ella muere como el ocaso, como la
tarde cuando nace la noche, oh hermosa noche cuanto te he esperado, con
grande paciencia he crecido aguardándote y ahora te amo como el minero
extraviado añora la luz de el día, yo añoro sus labios, como la lluvia de
verano que espero cada año, cuando mi estado se refleja en el cielo
gris... como mi vida oscura, oscuro ser que no sabe amar, torcido el
destino que juega conmigo pero también el desconoce que yo juego con el
parafraseándolo... muchos días han pasado, desde que sostuve su mano en la
mía y sentí cuan rápido su pulso latía, aunque el mío late más rápido que
el suyo ahora, un par de días... florido septiembre, cuando en la
pendiente montañosa danzamos, viendo la muerte del día y oyendo a la
distancia las campanas de la iglesia redoblar.
YNS

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